Desde mi niñez hasta la adultez, la Literatura y el Teatro han ido trazando en mí un itinerario poético que me construye hoy como dramaturga. Dentro de mí las palabras abren surcos, exploran territorios, transitan laberintos. Ser dramaturga es una experiencia de exploración sensible. Es tomar el riesgo de aventurarme en una travesía poética en mi percepción de mujer que es íntima y a la vez colectiva. Experimentar, ensayar, indagar, crear. Ser buscadora de posibilidades que se abren, aparecen y se descubren en un juego sensorial cotidiano.

La materia prima de mi escritura dramática es la imagen generadora: una sucesión de imágenes que provienen del mundo interno y del campo de la experiencia sensible: recuerdos, sueños, observación, lecturas, creencias… y también del cruce de todo ello. Esa exploración de la imagen viaja por tres caminos: la indagación sensorial por medio de los sentidos, habitando esa imagen y dándole materialidad; la indagación poética, su dimensión metafórica, y la indagación dramática en tanto fuerzas en tensión y campos dialécticos.

Me gusta decir que mi escritura teatral es una Poeturgia. Es decir, una hibridación de operaciones dramatúrgicas y líricas; el lenguaje poético encarnado en expresión escénica.