DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN: María Elena Nemi.
FOTOGRAFÍA: Thanya Jossie.
MÚSICA ORIGINAL: Silvina Mazzola.
ACTUACIONES: Yanina Crescente, Nora Sanabria.
DISEÑO GRÁFICO E ILUMINACIÓN: Yanina Crescente.
ESCENOGRAFÍA: Gustavo Castiglioni, Mariela Castiglioni, Mariela Merino.

Es una obra estructurada en cuatro rituales de acuerdo al proceso interno del personaje MUJER, impulsado por el personaje ESTATUA, quien proyecta en su figura los bloqueos, las ataduras, la inmovilidad, la victimización ante el dolor, la incapacidad de dejar atrás el pasado y la renuncia a la vida. Todo sucede como en un espacio metafísico, o dentro de su mente en una especie de “estado de coma”, según la terminología médica. Se produce una tensión interna manifestada en el desdoblamiento de su Yo. ESTATUA, su Ser esencial, su Alma o su Yo íntimo (los espectadores interpretan y nombren a este personaje según su propia percepción) lucha por despertarla a la Vida, a la aceptación de las máscaras, a la conciencia de su propia naturaleza, a la liberación de los velos que la atan, que le impiden verse y reconocerse.

En definitiva es un llamado a crearse y recrearse. Así surge la idea de “desesculpir y esculpir”. MUJER deberá elegir entre morir o vivir. ESTATUA la interpelará, apelará con persistencia, pronunciará las palabras, los sonidos, la guiará en un recorrido profundo e íntimo para liberarla y liberarse de las ataduras representadas en los lienzos que ella lleva envolviendo su figura.

A modo de periplo heroico, los rituales van marcando el camino: el ritual de la Caída corresponde al llamado; el ritual del Dolor, el reconocimiento y la aceptación; el ritual del Develar, quitarse la máscara y llegar a la liberación y, como último estadio, el ritual de la Sal con ese juego polisémico entre “salar” y “sanar”, en torno al metafórico significante del signo.